Una de las leyes de Arthur C. Clarke reza como sigue: “Cualquier tecnología, si está suficientemente avanzada, será indistinguible de la magia”. Cambiemos la palabra tecnología por disciplina o especialidad, y avanzada, por desconocida.
Los feriantes encuentran en los neófitos su mejor público, porque los trucos engañan a los sentidos y a la razón, y hacen que recurramos a la explicación del gurú para intentar comprender lo que hemos visto.
Existe un truco especialmente recurrente en los shows caninos de mayor éxito, que esconde un tipo de aprendizaje operante. Estas situaciones se muestran normalmente cuando el individuo presentado como experto en el programa acude a un domicilio en en que hay un perro calificado como problemático, normalmente como agresivo y/o dominante. El experto castiga la conducta del perro o conductas previas (moverse, acercarse, marcharse, coger algo, etc.). Dependiendo de cada caso, el perro puede optar por estrategias pasiva o activa (o ambas en orden también variable dependiendo de cada caso). La defensa activa sería mostrar o una actitud amenazante o directamente pasar a la agresión. La defensa pasiva sería realizar señales de apaciguamiento con la intención de calmar al atacante, mostrando sumisión, docilidad o evitando el contacto con él. A esto pueden añadirse además otros comportamientos que son una mera manifestación de un determinado nivel de estrés.
El último paso es la asunción de que nada de lo que haga podrá evitar la aparición del estímulo aversivo, pasando a un estado de inacción.
Lo que estamos viendo ocurre realmente, incluso en un corto espacio de tiempo. Independientemente de la pertinencia técnica y ética de proceder de tal forma, lo que convierte esta situación en farsa es dotarla de una explicación errónea. Así es muy común describir ese estado como una manifestación (para admiración de los dueños y televidentes) de respeto, sumisión, asunción del liderazgo ajeno, estado de calma, tranquilidad, etc., dependiendo de lo que se quiera comunicar. De hecho suele aparecer en el vocabulario de estos shows la palabra “bloqueo” y “desbloquear”, refiriéndose en el primer caso al estado percibido como problemático que se quiere combatir y en el segundo al proceso por el que logramos que adopte la actitud definida como relajación, calma, sumisión, etc. En realidad ocurre justo lo contrario, y la palabra “bloqueo” es idónea para definir el producto final de la operación, no su inicio. ese producto final es una manifestación de indefensión.
La indefensión es una forma de aprendizaje operante, y es la asunción de una actitud pasiva por parte de un sujeto al percibir que sus acciones no tienen efectos para evitar una situación indeseada. En las situaciones a las que nos referimos un perro no puede hacer nada para evitar castigos. Si además diversas acciones conducen a la aparición de un castigo, el sujeto pasará a un estado de inacción.
Mediante la indefensión aprendida, el sujeto queda realmente bloqueado, no relajado.
Efectivamente la indefensión conlleva que las conductas cesen (al menos en un momento determinado). Pero ello no implica un aprendizaje por parte del perro sobre la legítima naturaleza de las relaciones humano-caninas.
Las señales caninas de apaciguamiento se reconvierten así desde el punto de visto del domador en aprendizaje de su condición de liderado, siervo feliz de su amo, último eslabón en la supuesta cadena de mando que acepta emocionado su condición por naturaleza.
Como también es un truco llamar al castigo físico “desbloqueo”, independientemente de que adquiera la forma de colleja, ataque en forma de garra de tigre o habilidoso taconazo al costillar.
El castigo (“desbloqueo”) depende además de quién, cómo y cuando se aplica, y de la actitud que el castigador asuma al hacerlo. El nuevo panorama que implica la llegada de un nuevo sujeto, seguro, físicamente capaz y sin miedo, es especialmente desconcertante para el perro, razón de más para no tentar la suerte que parece no estar de su lado. Pero es extremadamente peligroso trasladarlo a un neófito, que inseguro y quizás sin recursos físicos, puede verse expuesto a una reacción de defensa activa antes que pasiva.
Un cronómetro y un domador, resulta más comercial que un técnico explicando los fundamentos del aprendizaje canino y la forma adecuada de entender y relacionarlos con nuestros perros, amén del tiempo necesario para rectificar una relación insatisfactoria reforzada de forma inconsciente durante años. Y parece que el juego de tronos entre perro y humano es más apasionante que la comprensión de la naturaleza canina.