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perroparquesLa labor del educador se torna ingrata cuando el propietario confía en que todas las soluciones se trabajen en el marco de unas clases o sesiones, obviando la importancia de la rutina conjunta entre perro y guía. Los alumnos suelen ser disciplinados en clase, pero obvian las recomendaciones en cuánto abandonan el recinto o la clase.

Uno de los tópicos sobre los que con más frecuencia hablo con algunos alumnos es sobre los parques y las rutinas de salidas de los perros urbanos. Un tema especialmente delicado para los que teniendo perros muy sociables, no acaban sin embargo (o por eso mismo) de tener un buen vínculo. Y es que el abuso del parque, y las rutina que conlleva en la relación, tiene serios inconvenientes. Ya me lo decía hace años Javier Fernández Mallo.

El parque puede y debe ser un elemento fundamental en la vida de un perro, especialmente cuando es un cachorro y su proceso de socialización no está concluido. Durante esta etapa es especialmente importante que se relacione y juegue con otros perros en un entorno de cierta libertad y sin demasiada injerencia por parte de los dueños.

A lo largo de su vida no debemos renunciar a estos episodios de libre interacción con otros perros, siempre y cuando no pongamos a nuestro amigo o a otros en situaciones comprometidas y peligrosas.

Pero el parque debe ser sólo un recurso más en el abanico de posibilidades de relación y actividad del perro, especialmente si en ese lugar su única fuente de relación social son otros perros. Cuando la vida de una mascota se limita a estar en casa y a hacer esporádicas salidas al parque, en el que su única actividad es el juego con otros perros, estamos reduciendo su actividad social, emocional, física y mental hacia sus congéneres, y dejando de lado el factor más importante para nuestra relación, como es el vínculo que debemos establecer con él.

Muchos propietarios que únicamente siguen esa rutina se extrañan del escaso caso que les hace su perro, que parece estar más interesado en cualquier estímulo que en su dueño. En este caso el propietario pasa a ser una especie de casero, camarero y chófer que lo traslada al lugar en el que dar rienda suelta a sus necesidades físicas y emocionales. Con el problema añadido de que el acercamiento para ponerle la correa y llevarlo de vuelta a casa, se convierte en el episodio que pone fin a su actividad de esparcimiento, que el perro esperará cada día con ansiedad. Llegados a este punto el escapismo y la evitación en el parque es una evolución natural dese su punto de vista.

No debemos por tanto limitarnos a darle a nuestra mascota esa única forma de ocio y esparcimiento, y debemos de buscar fórmulas alternativas en las que nosotros seamos una parte fundamental de la faceta lúdica y emocional de nuestro perro. Por eso el parque nunca debe ser un sustituto de nuestros paseos y de las distintas opciones de juego u otras actividades con nosotros (que también pueden ser de educación), de forma que nos vea como una fuente interesante de actividad y relación. El propio parque debe ser escenario de dinámicas orientadas a fomentar la atención de nuestro perro hacia nosotros, a través del juego o de pequeños ejercicios de educación y obediencia con premios. Tampoco debemos de ponerle sólo la correa en el momento que queremos marcharnos, puesto que de esa forma estaremos construyendo una asociación negativa entre nuestra cercanía y la visión de la correa.

Es cómodo llegar al lugar elegido y soltarlo, pero construir una relación implica más trabajo. Si quieres ser el mejor amigo de tu perro, debes también de ser un compañero de juegos y actividades, y no sólo un celador, por muy cariñoso que creas estar siendo.