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A menudo asumo una posición arriesgada en lo que respecta a mi credibilidad, al contradecir ante mis clientes a su referente fundamental en cuánto a la salud de sus cachorros se refiere: su veterinario. Normalmente la conversación tiene lugar cuando ya no hay margen para atajar el problema, porque me encuentro ya ante un perro joven con miedos aparentemente incompresibles para el neófito, que no encuentra causas objetivas en su origen.

No ha habido experiencias traumáticas. Ni ataques, ni accidentes, ni grandes sustos. La causa está en el seguimiento de unas directrices que sólo tienen en cuenta la salvaguarda de la salud física del cachorro, a través de un aislamiento social que se considera indispensable para evitar las enfermedades víricas e infecciosas en la etapa anterior a la culminación del calendario de vacunación incial.

Ese calendario coincide con el período más importante y crítico de la socialización del cachorro, que es el único adecuado para que el perro adquiera las habilidades sociales y asuma con normalidad el entorno en el que vivirá. Una vez terminado este período (período crítico de socialización) no será posible provocar este proceso de habituación, y tendremos que recurrir a estrategias de desensibilización para vencer miedos aparentemente irracionales y aleatorios, que nunca igualarán los resultados de una exposición temprana, dando lugar a un perro inseguro y por ende infeliz. Además inseguridad y miedos son peligrosos, porque pueden dar lugar a respuestas de defensa pasiva: huida descontroladas con el riesgo de pérdida y/o accidente, o al desarrollo de respuestas defensivas activas: mediante estrategias de agresión, lo que convierte al perro en candidato para la eutanasia por motivos de conducta o al confinamiento y segregación de por vida.

En la última década no he percibido evolución alguna en mi entorno veterinario más inmediato. El discurso tipo del profesional veterinario se centra en destacar el peligro de la exposición y en la necesidad del confinamiento preventivo, impidiendo que el cachorro entre en contacto con otros perros y con el resto de estímulos con los que el perro adulto habrá de convivir. ¿Asumimos riesgos al socializar? Sí, claro. Riesgos que tú puedes graduar en cualquier caso. ¿Asumes riesgos al confinar? No. El riesgo implica probabilidad, si confinas antes del período de vacunación estás haciendo un apuesta segura por un perro psicológicamente limitado, que podrá culminar en un incompetente social en el mejor de los casos, o en un perro con fobias y/o agresivo en el peor.

Este es un dabate que ya no debería existir, cuando los referentes de la práctica veterinaria ya han reconocido desde hace muchos años la necesidad de aprovechar esta etapa tan crítica en el desarrollo de nuestro perro y en la construcción de un temperamento equilibrado. Ya no estamos ante una discusión entre veterinarios y educadores. Estamos ante una muestra de falta de reciclaje profesional o ante una visión unilateral y tremendamente sesgada del bienestar del perro. Porque por suerte la teoría y la práctica veterinaria más avanzada y que abre el camino al resto de profesionales viene promoviendo desde hace tiempo el respeto y la promoción activa del aprendizaje en esa fase tan crítica, mediante el contacto del cachorro con otros perros, humanos y el resto de estímulos con los que habrá de convivir sin que sean percibidos como una amenaza.

Y para afortunda muestra, el código de conducta en cuánto a la socialización de la Asociación Veterinaria Americana de Comportamiento Animal, que dice que la atención tipo del cachorro debe incluir la socialización antes de que el período de vacunas termine.

Para la consulta completa vease Puppy Socialization Position Statement en https://avsab.org/resources/position-statements/

Así que sí, hazle caso a la profesión veterinaria, pero a la rigurosa, científica y solvente