Al hablar de educación canina tendemos a considerar al perro como objeto principal de estudio. En este sentido las variables a considear se referirian a las que conforman el carácter del perro. Esto nos llevaría a hablar de perros más o menos listos, más o menos problemáticos, más o menos obedientes, etc. El estudio del perro es fundamental, y constantemente descubrimos nuevos conocimientos que nos permiten entenderlo mejor.
Pero esta premisa (el perro como objeto del problema de análisis y como sujeto de las eventuales soluciones) implica un punto de partida sesgado en todo caso, y en muchas ocasiones erroneo en el tratamiento de la mayor parte de la casuística a la que se enfrenta el educador canino. Tener un perro implica formar parte de una relación, en la que se enmarcan todas las interacciones que se producen entre tu perro y tú (y las que a pesar de la voluntad de una de las partes, no se producen). Cuando un dueño está satisfecho con su perro es porque la relación que mantiene con él le resulta satisfactoria. Lo mismo es aplicable al perro.
Como en toda relación, la satisfacción depende de los sujetos que la integran, de sus necesidades, expectativas y de su capacidad para colmar las de la otra parte. Esas expectativas y necesidades son propias y específicas de cada binomio dueño-perro.
Siendo cada binomio y cada relación única, a efectos prácticos no tiene demasiado sentido hablar en términos absolutos de un perro “bueno”, “listo”, “tranquilo”, “obediente”, “adiestrado”, etc, para referirnos al grado de satisfacción de un propietario con su mascota y/o a una relación exitosa.
Por ejemplo, un perro puede estar relativamente bien adiestrado en cuanto a determinadas órdenes, pero ello no garantiza una adecuada relación con el dueño. Muchos perros saben ejecutar ciertos comportamientos a la orden (en determinadas circunstancias) y a pesar de ello no satisfacer las necesidades de convivencia diaria para su dueño ni tenern él mismo colmadas sus necesdidades fundamentales.
La mayor o menor probabilidad de cumplir esos deseos y expectativas depende de las aptitudes y limitaciones de ambas partes. El educador canino no puede ignorar las particularides del perro, pero el objeto principal de su trabajo no puede ser otro que una determinada relación, las necesidades y las posibilidades que presenta y que la condicionan en cuánto a la satisfacción percibida por ambas partes. Seremos útiles como profesionales en la medida en que seamos mediadores, y no simplemente condicionadores de comportamientos.
Y los dueños deben de comprender que son parte fundamental del problema. Y por suerte también de la solución.