- Prolongar el entrenamiento hasta que el perro empiece a descender en su rendimiento.
- Pretender entrenar el mismo tiempo que otros perros con mayor capacidad de motivación y rendimiento que el nuestro. Ignorar que el monitor no debe de tener a todos los perros el mismo tiempo en pista, y entenderlo como un agravio.
- No trabajar por nuestra cuenta el fomento de un tipo de juego que nos permita aprovechar mejor los entrenamientos: cobro, tira y afloja o suelta.
- Mandar el quieto como si fuera una orden “mala”, en tono autoritario, acechante, en vez de convertirlo en un ejercicio divertido.
- Hacer el recorrido más largo o más obstáculos de los previstos, hasta que fallamos, en vez de acortar la secuencia y terminar premiando un acierto.
- Ignorar al monitor cuando nos dice que premiemos en un determinado momento, obviando la pertinencia de reforzar y por tanto consolidar un movimiento específico, incurriendo además en el error anterior.
- Premiar después de un rehúse porque ya estoy cansado y para que mi perro me deje un poco en paz.
- Ignorar al perro cuando nos perdemos por la pista, lo que constituye un tipo de castigo (castigo negativo al no cumplirse las expectativas de premio) sin que el perro entienda la causa.
- Corregir o ignorar al perro ante un fallo en nuestro guiado pero que ha sido un acierto para el perro, porque ha hecho lo que involuntariamente le hemos mandado.
- Ignorar al perro cuando ha hecho algo bien, lo que constituye un castigo negativo.
- No marcar el momento concreto de acierto ni mostrar entusiasmo.
- Convertir un proceso de comunicación, como es la indicación de un fallo, habiendo por parte del perro una actitud positiva hacia el trabajo (“ups”, “no,no” en tono suave), en un castigo mediante un tono autoritario o enfadado.
- Maldecir en voz alta o mostrar actitud derrotista o frustración cuando nosotros cometemos un fallo, lo que es percibido por el perro como un castigo.
- Soltar al perro antes de tener claro lo que vamos a hacer, dejando que se vaya a pastar y perdiendo contacto con él.
- Dejar al perro a su aire cuando interrumpimos la secuencia porque nos perdemos, tenemos una duda, etc., dejando que se vaya a pastar y perdiendo contacto con él.
- Decir “no” o corregir cuando el perro no hace lo que pretendíamos pero tampoco hace nada más. Un perro no puede entender el concepto de no ante la inactividad: “¿no a qué?”. El “no” o cualquier otro tipo de corrección sólo puede referise a algo que existe, que ocurre, que se hace. No a lo que no se hace.
- Estar constantemente dando órdenes al perro en vez de mantener una interacción continua y divertida con él.
- No aprovechar el acto de premiar para ir colocándonos en la nueva posición de salida, y en su lugar convertir lo que podría ser un juego continuo en un parón de la diversión, seguido por múltiples órdenes en tono autoritario: “ven, sienta, no, asi, aquí, no, quieto, no, allí”.
- No asegurarme de que el perro ha hecho sus necesidades, dejando que entrene incómodo, con menor concentración, interrumpiendo la sesión y ensuciando la pista en la que van a entrenar nuestros compañeros.
- Tener como objetivo en los entrenamientos la finalización del circuito en vez de la mejora de mi guiado y el desempeño de mi perro.
Dedicado con todo mi cariño a los guías de mi equipo y a sus perros.