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De capones y golpesEl capón, en marcial y oriental forma de garra de tigre o de pata de grulla está de moda. Triunfa. Son muchos los propietarios caninos y pasivos televidentes que se han aficionado a un buen capón para afrontar cualquier tipo de contingencia canina. Que su perro tira de la correa, ¡Uaca! Una mano con los dedos juntos sale despedida al costado del perro. Que ladra, ¡Ehp! El hasta ahora lento propietario dispara ágilmente una mano en posición de garra de tigre a un peludo e indisciplinado cuello. No importa que llore, se muerda el rabo, se automutile, miccione, gima, muerda, ataque, se suba, se restriegue contra la pierna, coma heces, destroce zapatillas….El capón….es la solución. Igual de práctica pero mucho más fácil de ejecutar y más viril que el taconazo trasero, que también está creando escuela. Y con menos esfuerzo que el sútil “down”, o inmovilización del perro en el suelo.

A veces los niños también son un poco coñazo. Incluso los adultos. En sus distintas variantes: maleducados, hiperactivos, llorones, pedichones, malhablados, coñazomonologuistas, violentos, excesivamente invasivos en nuestra distancia crítica (de esos que parece que te van a meter un morreo cuando te hablan)…Pruebe con una buena hostia. Sí, sí: una buena hostia. Repítelo tantas veces como sea necesario. Acción-reacción, acción-reacción. Pronto descubrirás cómo la conducta tiende a extinguirse, entrando la criatura o sujeto en un estado emocional sumiso y exento de cualquier manifestación molesta para nosotros. Para qué discutir (o pensar), si podemos solucionarlo a hostias, sobre todo cuando estas van únicamente en una dirección; y no es la nuestra.

Se terminó la ironía.Vamos con un ejemplo.

Un perro da vueltas sobres sí mismo persiguiéndose la cola hasta que consigue alcanzarla y mordérsela. Acudimos a un educador canino y/o a un veterinario que trate problemas de comportamiento. Nos diagnóstican un trastorno obsesivo compulsivo. Lamentablemente no podemos conocer el origen de la frustración que da lugar a ese comportamiento ni influir en una probable predisposición genética hacia ese tipo de conductas de escape ante una necesidad no satisfecha. Pero podemos ser razonables y probar a iniciar una terapia conductual destinada a aliviar la ansiedad del perro, permitiéndole un tipo de vida y actividad más acorde a sus necesidades y modificando nuestro comportamiento para no excitarlo. Pero ¡¿golpearlo?!. De la misma forma que inhibir el estornudo no cura el catarro, la extinción por la fuerza de comportamientos esterotipados no soluciona el problema que los origina, que volverá a manifestarse de otras formas como una burbuja de aire en una colchoneta. Deje de castigar la manifestación de un problema para anular una determinada sintomatología molesta sin resolver su origen.

No seas melón, renuncia al capón.