A menudo tendemos a considerar el aprendizaje del perro y la conformación de su carácter y su comportamiento como un único proceso. Bajo un único término genérico, como adiestramiento o educación, muchos propietarios se refieren a toda la gama de comportamientos y normas que su perro debe hacer y acatar. Esto es incorrecto. La cuestión no es baladí, porque en la práctica puede implicar el recurso a técnicas equivocadas para la solución de problemas o la consecución de objetivos concretos.
Existen varios procesos y/o etapas a través de los que nuestras acciones determinarán el tipo de relación y vínculo que tendremos con nuestro perro, y el adiestramiento es tan sólo uno de ellos. Otros son: La estimulación temprana, la socialización, la estimulación física y cognitiva, la construcción del vínculo y la educación.
Incluso existen otras variables que influyen en la relación que tengamos con nuestro perro, pero sobre las que el propietario no tiene apenas margen de actuación (a no ser mediante una adecuada elección del cachorro) como son la raza, la genética particular del ejemplar y cuestiones de neuropsicología canina (agresividad idiopática por ejemplo u otros problemas, que no siempre y en todo caso sólo parcialmente podrán ser afrontados con ayuda veterinaria y farmacológica).
En este artículo nos centramos en un aspecto fundamental de las relaciones dueño-perro, como es el vínculo. Este es probablemente el aspecto fallido más común en estas relaciones, y uno de los más díficiles de solucionar porque casi todo el trabajo del educador debe ir dirigido al cambio de comportamientos y aptiutdes por parte del propietario.
Este no es un problema al que hacer frente desde el adiestramiento (aunque este sin duda puede ayudar), sino desde un proceso diferente como es la construcción del vínculo o el “apego”. De hecho, un perro puede estar relativamente bien adiestrado en cuanto a las órdenes básicas y mantener una relación deficiente con su dueño. Quizás el perro reconozca una sere de palabras o señales, efectuando un repertorio de posibles comportamientos enseñados (y condicionados) previamente (sit, platz…) pero durante un paseo parezca estar interesado en cualquier estímulo antes que en su guía.
Por otro lado existen perros que no dan ningún problema a su propietario y mantienen con él una relación mutuamente satisfactoria y exenta de tensiones y problemas, a pesar de no saber ejecutar ninguna orden en concreto. Pero la atención que el perro le presta a su dueño, la tranquilidad con la que asume las manipulaciones, desplazamientos y situaciones a las que es sometido en su vida cotidiana hacen que envidiemos esa relación. El perro no sabe sentarse a la orden, pero permanece quieto y tranquilo mientras su amo hace un alto en el paseo que están dando. No sabe que existe una orden para acudir a dónde está su amo, pero en cuanto este se aleja el perro lo sigue y permanece a su lado.
Maticemos esto: no es que el adiestramiento no sea importante. Es muy importante y una fuente de vínculo y relación fundamental. Pero la forma concreta que adopte nuestra relación nunca debe dejarse en manos de un simple programa de adiestramiento. A menudo la gente confunde todos estos aspectos. Esto se evidencia perfectamente cuando un educador recibe una llamada y el interesado le dice Mi perro no me hace caso ¿cuánto tardarás en adiestrar a mi perro? Nunca tengo la menor idea. ¿Por qué? Porque (entre otras incógnitas) la capacidad de un dueño para controlar y posteriormente adiestrar a su perro depende del tipo de relación que tenga con él. Hay gente que nunca será capaz de controlar a su perro aunque venga a clase durante años, al igual que hay padres que nunca tendrán una buena relación con su hijo aunque lo matriculen en el mejor colegio de Suiza (de pago).
Si bien el adiestramiento de una serie de órdenes concretas se puede conseguir en el marco de unas clases, el establecimiento de un vínculo sólido con un perro es algo que sólo se puede construir en el día a día y durante todo el tiempo. Las sesiones de trabajo con un profesional jamás serán suficientes si el propietario no se esfuerza en construir una determinada relación.
Este es el verdadero Talón de Aquiles de muchísimas relaciones, origen de sesiones de adiestramiento instisfactorias que no se explican por una estrategia de aprendizaje equivocada, ni por una escasa capacidad del perro, sino en el hecho, bastante generalizado, de que muchísimos perros están aburridos de sus dueños. Dicho de una forma vulgar, pero sumamente didáctica: hasta lo huevos.
Tener un “buen vínculo” puede ser una expresión demasiado genérica que de lugar a interpretaciones diversas. La mejor forma de describirla es por oposición a la inapropiada expresión del párrafo anterior. Es decir, tener un buen vínculo es lo contrario a resultarle a mi perro aburrido, emocionalmente neutro (o negativo) y poco útil. Bajo otros enfoques habrá quien hable quizás de liderazgo, o incluso de ser un buen alfa. Pues vale. Hoy no toca evidenciar lo erróneo de esos términos a los que ya me he referido en otros artículos. Estamos probablemente hablando de lo mismo.
Estas son las claves más relevantes para el establecimiento de un buen vínculo:
- No le hables. Al menos no con intención de comunicarte con él a través de palabras cuyo significado desconoce.
- No estés constantemente dándole órdenes ni diciéndole “no” ni repitiendo su nombre. Dale órdenes o comandos sólo cuando lo necesites, estés trabajando, sólo cuando se las hayas enseñado previamente (adiestramiento) y tengas altas probalidades de éxito. No necesitas del lenguaje humano para tener una buena relación con tu perro, y su abuso te alejará de él.
- No lo atosigues. Los mimos que para el dueño quieren significar cariño pueden ser percibidos por el perro como manipulación excesiva y molesta.
- Suéltalo en entornos seguros (sin peligro de coches ni otros) y practica el seguimiento sin correa: muévete y deja que sea él el que aprenda a estar pendiente de ti.
- Juega con tu perro. Con todos los recursos que tengas: pelota, mordedor, botella de plástico, zapatillas, arena, tierra, palos o lo que le guste. Como si tienes que recurrir a comida y escaparte con ellas para que te persiga. En sesiones cortas poniéndoles fin antes de que se aburra o que se canse. Procura que se quede con ganas de más.
- Realiza estos juegos en entornos diversos, y a ser posible en el parque y/o en presencia de otros perros (si la normal convivencia entre los perros lo permita). Debes de poder competir con el resto de los perros y estímulos en cuanto a interés.
- Los juguetes que tú uses con él, sólo aparecerán contigo. Para que se entretenga sólo tendrá otros.
- Cuando pasees por entornos seguros, llévalo sin correa y no le dirijas la palabra, cambia de dirección constantemente o escóndete, fomentando que sea él quien te busque y quien esté pendiente de ti. No lo llames.
- Raciónate. Tu capacidad como motivador para tu perro depende de que te administres, de que te raciones. Un dueño que está constantemente dándole cariño, caricias, hablándole, que se dirige a él como un bebé…es para el perro un dueño poco interesante. De hecho es un dueño bastante pesado. No tiene demasiado interés para el perro acercarse a alguien que está todo el día sobándolo. Sería maravilloso ser el centro de atención de nuestro perro, ser su principal incentivo. Pero un incentivo que no se administra, del que se abusa, deja de serlo. No practiques los mimos, las caricias, las voces agudas, los premios ni los juegos constantemente. Perderán valor para tu perro y dejarán de ser útiles como moneda de cambio para fomentar los comportamientos deseados. Y el perro creerá que es algo a lo que tiene derecho constantemente y siempre que quiera.
- Pasea y dale actividad abundante, pero CONTIGO. No dejes que colme sus necesidades de ejercicio al margen de tu presencia y participación. Pasea con él y no te limites sólo a bajarlo al parque o a soltarlo e el jardín para que se divierta y gaste energía en actividades en las que tú no participes.
- Si vives en una finca o casa de campo usa el área de confinamiento. La perrera o equivalente (habitación, etc) es un recurso necesario para que el perro aprenda a estar tranquilo. Los perros de finca cuyos dueños aluden a los metros y metros que tiene para correr suelen estar permanentemente alerta y por lo tanto estresados. Ayúdalo y enséñale a descansar y a relajarse. El área de confinamiento debe ser un lugar tranquilo y no una atalaya desde la que vigilar el entorno.
- Para un vínculo de matrícula de honor utiliza el “principio de acceso indirecto”, que consiste en que todos sus recursos (desde la comida hasta salir del coche o de paseo) pasan por realizar una acción que tú le mandes, que puede ser que te mire, que se esté quieto, que se siente, etc. La idea es que tenga claro que tú le proporcionas cualquier cosa siempre que esté atento a tí.
- Pon en práctica el principio de Premack, asociando situaciones que le resulten poco agradables con estímulos que le gustan. Por ejemplo premiale siempre cuando le pongas la correa después de tenerlo suelto. No apliques este principio a situaciones de pánico, estrés o agresividad. Podrías estar fomentando esas actitudes.
- Premia las llamadas y desvincúlalas del final del paseo o libertad. Ponle la correa y suéltalo de nuevo inmediatamente en numerosas ocasiones. Si puedes no llamarlo para finalizar el paseo o el rato de estar suelto, mejor.
- No te limites a ponerle la correa o agarrarlo sólo cuando le vas a poner fin a su paseo o a su estado de libertad. Practica que se te acerque en numerosas ocasiones, manipúlalo ligeramente mientras lo premias y permítele seguir suelto.
- No persigas nunca a tu perro para agarrarlo o ponerle la correa.
- Establece pocas reglas (sólo las que necesites para una convivencia adecuada para tí), claras y sé firme en su cumplimiento.
- Si tienes más de un perro juega, interactúa y trabaja por separado con cada uno de ellos de vez en cuando. Construye una relación bilateral con cada uno de tus perros evitando la dependencia de uno con respecto al otro.